martes, 10 de julio de 2018

Mi más sentido quédate





                                                                                "Un puente no se sostiene de un solo lado"  

                                                                                                 "Rayuela", Julio Cortázar    

                                                                                                                                       


Permíteme que te confiese un secreto,


Cuentan las buenas lenguas que tiempo atrás, durante una primavera templada, vivía en una casa de piedra junto al mar uno de esos poetas de zapatos claros y escarcha en el pelo. Amaba el verso y el sol, el blues en vinilo antes de dormir y el vino tinto en taza de arcilla. Pero por encima de todas las cosas, amaba a Nostalgia, inconstante pero incesante mujer de manos frías y sonrisa traviesa.
Hizo de ella su musa, y a cambio le tatuó aves en la sien para que no le faltaran alas a sus pensamientos. Besó su vientre y le enseñó a reír y cantar, cualquier cosa que le hiciera abrir la boca para balancearse en sus cuerdas vocales; y todo lo de fuera se hizo ajeno, mientras pintaba color miel los cuartetos en servilletas de sobremesa.
Hizo de ella su folio en blanco de emergencia contra la torpeza. Y cuando la inspiración faltaba, deshacían relojes para matar el tiempo, y era así como deslumbraban los halos en el manto de un cuco vestido de luto. Cuentan también que no dormían, pues el insomnio guardaba los recuerdos de sus noches en vela. Y eso era bien, pues en el fondo todos olvidamos las cosas bellas que soñamos.

Pero la rutina no alcanzaba para comerse el mundo, y como el amor nunca deja propina, el poeta y su amada empezaron a sentir hambre.
Un día grisáceo de invierno fue testigo de cómo el alumbrado se desvanecía, y el rocío se escapó entre los dedos del ingenuo poeta, clavándole en las yemas sus frías caricias. Y así fue como finalmente Nostalgia cambió Arte por Dinero, y nunca más hubo musa que durmiera desnuda entre las sábanas blancas de su cama.

Ahora frente al mar rabioso asoma la gripe de una ola que cubre la tierra yerma de cal. Dicen incluso que llegó a oír su propio llanto a través de las caracolas, y que sus ojos verdes quedaron teñidos de oscura tinta que corría presurosa del tintero derramado tras el portazo. Jamás volvió a mirar de frente, pues "le entró una Nostalgia en el ojo", y antes de dormir, tenía que asegurarse de que no hubiera una Nostalgia bajo la cama o en el armario. Aferrado a otros vicios, dejó de fumar, pues el tabaco "podía generar Nostalgia en su salud y en la de los que le rodean". Y así, tocado y hundido en los surcos de la mano del desconsuelo, el poeta no fue capaz de volver a escribir.
La tristeza y el desamparo de sus ideas quedaron prendadas a sus finas costillas de marfil, y no fue hasta el tercer otoño que descubrió que el papel en blanco a veces nos escu(l)pe de vuelta lo que no somos.

El primer día de verano, el destino formuló nuestro encuentro, y sentí pena pues el valle de lágrimas no le permitía vislumbrar mi silueta. Crédulo, tenía la vulnerabilidad a flor de piel, pero le prometí que estaría en las buenas y en las balas, así que se la quise arrancar.
Nuestro poeta cobró el verde de sus ojos, dejó de buscar y fue entonces cuando pudo encontrarse. Comprendió

La belleza de lo efímero,
los placeres inacabados,
los viajes no realizados.

La admiración en la envidia, 
el sabor dulce del veneno, 
el triunfo de la vejez.

El amor por lo desconocido,
la emoción en la incertidumbre,
la delicadeza de lo vulgar.

La persona que crees ser, 
el cosquilleo en el ardor,
y un grito sordo en el peligro.

Y no diré que el poeta fue feliz y comió perdices. Pero afirman que aprendió que no es pérdida todo lo que se pierde, y que el no ganar no siempre implica que perdamos.
Que aunque tenía los brazos llenos de vacíos, solo existe ausencia cuando extrañamos.
Aprendió también que el extravío no es real cuando nos tenemos a nosotros mismos pero sobretodo, aprendió que 'lo que no se comparte no de huella ni Nostalgia', así que esperó a que el blues del vinilo disipara la embriaguez del vino tinto en vaso de arcilla y escribió. En la excitante soledad del silencio, escribió.
Escribió una y otra vez y, de hecho, cuentan por ahí que jamás dejó de hacerlo.

Y yo entendí que en cierto modo, eso es lo más cerca que uno puede estar del cielo.


Estenopo

"All change is not growth, all movement is not forward"   Si te asomas, hay una cría de 8 años con gafas que abandera la risa como...