Día 1-. Yo le hablé sobre el paraíso,
y me instauró uno igual en la Tierra.
Y al mundo, que permanecía inhóspito y caótico, le di su nombre.
Y ya no reinaban las tinieblas sobre el lecho del hastío. Y se hizo la luz.
Ellos lo llamaron voz.
Y no existía mejor lugar en el que ser feliz.
Día 2-. Me abrí paso entre los mares y los riachuelos,
Y así conocí las arenas, el polvo, y el color del lodo.
El barro indeleble deslizándose entre mis dedos que ansiaban calor.
Ellos lo llamaron piel.
Y no existía mejor lugar en el que ser feliz.
Día 3-. Abrigué la tierra con hierba húmeda color Esperanza.
Y de la hierba fue la semilla, y de la semilla el árbol, y del árbol su fruto.
El color de ese fruto nos daba la vida y nos daba la muerte.
Ellos lo llamaron ojos.
Y no existía mejor lugar en el que ser feliz.
Día 4-. Construí luciérnagas que ardían firmes en el firmamento.
Para poder así discernir la delgada línea que sostenía el crepúsculo.
Noches brillantes, días oscuros. Y yo besé algunos de sus lunares.
Ellos lo llamaron espalda.
Y no existía mejor lugar en el que ser feliz.
Día 5-. Deposité aves en el mar, y enormes monstruos marinos en la atmósfera.
Y yacían inmersos en la extensión de todo aquello que habíamos imaginado.
Como libros de poesía bailando con el viento, o un suspiro perenne en el petricor.
Ellos lo llamaron manos. (Benditas sean las suyas entre las de todos los hombres).
Y no existía mejor lugar en el que ser feliz.
Día 6-. Inventé campos que poder labrar con mis uñas. Echaron raíces las azucenas y las calabazas, pues no tenían espacio para tan grande vacío.
Y ese de ahí, tenía tanta luz que las flores crecían hacia él cuando nadie miraba.
Ellos lo llamaron sonrisa.
Y no existía mejor lugar en el que ser feliz.
Día 7-. Temí que la brevedad del tiempo no me diera para amar tanta vida.
Y me dio la risa -o la prisa- e ideé buenas almas. Estas se corrompieron al ser presas de jaulas que algunos hombres del sistema llamaron cuerpos. Y como no había pedido permiso, acabé pidiendo perdón.
La experiencia me ha contado que lo que importa en esta vida es el espacio y el tiempo (y no la velocidad).
Y por eso, durante un segundo lloré palabras hasta inundar mil folios.
Y a pesar de los pesares, ellos no supieron cómo llamarlo.
Y vi que era bueno; entonces decidí llamarlo tú.
Y desde entonces, no ha vuelto a existir jamás un lugar en el que ser feliz.
